domingo, 9 de octubre de 2022

Síndrome nido vacío

Este verano he tenido el privilegio de pasar mis vacaciones como invitada en un pueblo de Salamanca, Martín de Yeltes. Las personas que me invitaron son muy importantes en mi vida, nos queremos sinceramente y hemos disfrutado con verdadera avidez los días compartidos. Paseos, excursiones, siestas, risas, partidas de cartas y parchís en el patio al anochecer y en dicho patio compartimos vida con unos papás gorriones que estaban totalmente entregados a sus dos polluelos. Me tenían hipnotizada, no podía dejar de estar atenta a todo lo que ocurría en el pequeño y escondido nido pues lo tenían bajo la teja de una tenada. Dos o tres días antes de volver a casa los polluelos abandonaron el nido. Fue un momento tan natural y mágico que no soy capaz de describir lo que sentí. Cuanto nos enseñan los animales... Todos los que estábamos en esa acogedora casa sufrimos el síndrome del nido vacío, Cómo los echábamos de menos... Feliz vuelo pequeños.





























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